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Una historia de Navidad: "LA BOTICA DE BOÑAR"

Añoro las navidades teñidad de blanco. Entonces contemplaba la alegría de una legión de niños disfrutando de la nieve mientras entonaban villancicos tradicionales. Contemplaba el reencuentro de familias separadas, la ternura, el diálogo silencioso de las miradas y la acogida amorosa. Contemplaba a los abuelos, felices por presumir de sus nietos llegados al lugar, a los jóvenes en plena diversión tras la misa, a una pareja deseándose al atardecer del 24 de diciembre "Feliz Nochebuena a ti y a los tuyos". También la esperanza de la gente el primer día del año y la ilusión difícilmente contenida en la oscuridad que conducía al mágico día de Reyes.

¡Cuánto ha cambiado todo! Y yo sin moverme, como cada Navidad, de este privilegiado escaparate, a veces algo empañado. Y quisiera creer que ese vaho es un velo que convierte nuestra realidad presente en un adormecedor sueño. Porque, en ocasiones, no sabes si anhelas que el boticario te saque de la caja que te cobija todo el año.

Ahora el ruido del claxon de los coches protestando por los aparcamientos en doble fila desconcierta, las personas cruzan de un lado para otro impacientes y nerviosas, suenan por doquier supuestas canciones navideñas conpactadas y frías, e interminables colas para compara y comprar y comprar. Y para envolver regalos y regalos y... ¿Para qué? ¿Para demostrar algo? ¿para seguir la corriente derrochadora?, ¿para no ser diferente al resto?, ¿para no quedarse atrás?, ¿para estar en la onda?, ¿para ser moderno?, ¿para satisfacer-me?, ¿para qué? ¡Para todos! grita en tono muy argentino un rubiales que pasa por delante del escaparate.

Sí, la vorágine consumista y publicitaria trata de sumergirnos en su ideal, ¡qué digo!, en su sociedad perfecta, bien "educada e inteligente".

Ya casi nadie duda si el Papá es o "Noel" americano. Y mientras, mi querido amigo buey, nosotros aquí, en este reducido pero agradable especio, contemplando absortos, nuevamente, el nacimiento del CAMINO que bien guía, la VERDAD que nunca manipula y la VIDA que conduce a la plena realización. ¡¡Y todo gratis!! Todo concentrado en este "pequeñín" recién nacido que encandila a la más mula que exista. ¿Será necesario que los bueyes y las mulas tengamos sentimientos y no sólo instintos para acoger en este mundo esta BUENA NOTICIA?

-Baja la voz y no generalices (contestó el buey). Gira tu cabeza hacia las puertas abiertas de la iglesia. Ha acabado la misa de Navidad. ¿No notas la cálidad claridad que irradia el ambiente interior y la alegría en los rostros de quienes salen? Esa gente va esperanzada por la LUZ que han acogido. ¡Y mira cuántos son!

En ese instante, se detiene una madre con su hijo ante el cristal de la botica. Inocente, comenta este último:
-¡Suerte que los padres de Jesús tenían un buey y una mula para darle calor! Yo no tengo nada que ofrecerle para que no se enfríe.

A lo que respondió la madre con una tierna mirada:
-Jamas tendrá frío mientras le cobijes en tu corazón.

El pequeño se volvió hacia el escaparate, dirigió sus ojos al buey y a la mula, después a la Virgen y a san José; finalmente, los clavó en el Niño Jesús. Y, esbozando una sonrisa infantil, se despidió con un delicado susurro:
¡FELIZ NAVIDAD, JESUSITO!

¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!
Juan Carlos García Caballero