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De la noche al amanecer (PAC2-13)

La fe, como el amor, es un itinerario. No se consigue de una vez para siempre. Y nada garantiza su continuidad. La fe nace de la escucha de la Palabra de Dios. Pero exige permanecer a la escucha fiel de esa palabra.

El evangelio que se proclama en este domingo tercero de Pascua evoca la crisis de la fe y de la vocación de los discípulos de Jesús (Jn 21, 3-19). Pero también su recuperación gracias al mismo Jesús Resucitado. Bien lo refleja el comentario de la Comunidad de Bose a este evangelio.

El relato nos presenta un paso simbólico que va de la noche al amanecer , y por tanto de las tinieblas a la luz (vv.3-4). Hay otro paso importante que va de la ignorancia al conocimiento. Primero se dice que los discípulos no sabían que era Jesús (v.4) y después se afirma que ya sabían que era Jesús (v.12).

Un tercer paso va de la esterilidad y del fracaso de esos discípulos que, a pesar de su experiencia, no pescaban nada (v. 3), a la satisfacción ante una pesca abundante (v. 6.8). Y un cuarto paso los lleva de la carestía, puesto que no tienen nada que comer (v. 5), a la abundancia del almuerzo que Jesús les prepara (vv. 9-12).

LA FE, EL AMOR Y LA MISIÓN

De todas formas, el núcleo del evangelio que hoy se proclama se centra en el diálogo de Jesús con Simón Pedro.

• “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Llama la atención que Jesús se dirija a Pedro con su nombre original. Es como si al traicionar a Jesús hubiera perdido el nombre de Pedro que Jesús le había impuesto. Quien dejó de afirmarse en Jesús parecía perder su condición de “roca” en la que habrían de afirmarse los demás.

• “Sí, Señor, tú sabes que te amo”. En otro tiempo, ante la pregunta de Jesús, Simón Pedro había respondido en nombre de los discípulos, dando cuenta de su fe en el Maestro. Ahora se trata de descubrir que la fe exige la fidelidad del amor. Un amor que nunca puede darse por sabido. Un amor que siempre hay que declarar, como se profesa la fe.

• “Apacienta mis corderos… Pastorea mis ovejas”. Simón Pedro no deberá olvidar que Jesús es el único y el verdadero Pastor del rebaño. Apacentar las ovejas y los corderos es un elemento esencial en la misión del apóstol. Pero es una misión confiada. Es una responsabilidad. Las ovejas y los corderos son del Señor.

EL SEGUIMIENTO

Son siete los discípulos que se vuelven al lago de Galilea. Ese es el lugar en el que se desarrolla la escena del encuentro con Jesús. Un escenario bien conocido por Simón. Allí pescaba en otros tiempos. Y allí decide regresar, como si para nada contase el tiempo vivido junto a Jesús. Como si hubiera olvidado la llamada y la misión.

• “Sígueme”. En el evangelio son tan importantes las palabras como los gestos. Jesús camina por la orilla del lago, como en otro tiempo. Invita a los muchachos a echar de nuevo las redes, como en otro tiempo. Toma en sus manos el pan y el pescado y se lo da, como en otro tiempo. Jesús repite los signos y la palabra de otro tiempo

• “Sígueme”. Con esa invitación había llamado a los discípulos. Esa palabra se había convertido en la clave del discipulado. Y ahora Jesús la dirige a los que parecen haber olvidado la llamada. Por encima de la crisis permanece la fidelidad del Señor. Y, a pesar de la crisis, se espera la fidelidad del discípulo.

• “Sígueme”. Esa es la palabra que Jesús resucitado dirige hoy a su Iglesia, para que abandone todo lo que la ata y encuentre el camino de la libertad. Y esa es la palabra que dirige a cada uno de los cristianos. A los que se consideran fieles a la llamada primera y a los que, alguna vez, se han escandalizado, han titubeado y han pensado abandonar el camino de la fe.

1 comentario:

Sira(relimayorazgo) dijo...

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