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Presentado en el Templo Lc 2,22-40 (TOA4-14)



“De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis: Miradlo entrar, dice el Señor”. Son hermosas estas palabras del profeta Malaquías que se proclaman en la liturgia de hoy (Mal, 3,1-4). Responden sin duda a las esperanzas de los judíos de su tiempo.
Pero responden también a los deseos de los creyentes de hoy. Con frecuencia nos sentimos perdidos y huérfanos. Necesitamos contar con la presencia del Señor. Casi todos creemos bastarnos a nosotros mismos. Pero nuestra confianza es frágil y nuestras fuerzas son débiles. Necesitamos contar con la fuerza de Dios.
Claro que la presencia de Dios no es un calmante barato. El profeta lo anuncia como un fuego de fundidor y como la lejía de un lavandero. Hay mucho que purificar y lavar en nuestra sociedad y en nosotros mismos. Necesitamos esa profunda limpieza que sólo Dios puede aportar a nuestra vida.   
  
SIMEÓN Y ANA

Según el evangelio de Lucas que hoy se proclama, Jesús es presentado en el Templo, según lo prescrito por la Ley de Moisés (Ex 13, 2.11). Todo es “evangelio”. Jesús es consagrado a Dios desde su nacimiento. Su presentación en el Templo es ya la revelación y el anticipo de su consagración a Dios (Lc 2, 22-40). 
Pero su presencia no pasó inadvertida. A su llegada al Templo, el nuevo y definitivo profeta de la Nueva Alianza es reconocido por dos ancianos profetas que representan la primera alianza de Dios con su pueblo. El texto repite hasta tres veces que en ese momento se culmina el tiempo de la Ley y llega el tiempo del Espíritu.
Simeón tiene la suerte de acoger a un Dios cercano. Y descubre la luz del día definitivo. Es capaz de leer la salvación en sus signos más pequeños. Ana se ha preparado a este momento con ayunos y oraciones. Ahora alaba a Dios y habla a todos de este Niño que llega. Escucha a Dios y reconoce a su Enviado.
 
ACEPTACIÓN O RECHAZO

Las palabras que Simeón dirige a María ilustran el misterio que se desarrolla en la historia de la humanidad. Son la profecía sobre la identidad y la misión del Mesías.
• “Éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten”. Aceptar o rechazar a Jesús como Salvador es lo que determina la suerte de Israel y la nuestra.
• “Será como una bandera discutida”.  Jesús será siempre una bandera, sobre todo cuando sea levantado en la cruz. Ante él se divide la humanidad.
• “Así quedará clara la actitud de muchos corazones”. En nuestra aceptación o rechazo a Jesucristo se revelan nuestras opciones más íntimas.
• “Y a ti una espada te traspasará el alma”. La que le dio a luz en Belén, lo verá entregar su vida en el Calvario por los mismos que lo condenan. 

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