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Sabiduría y discernimiento Mt 13,44-52 (TOA17-14)

“Da a tu siervo un corazón dócil para gobernara tu pueblo, para discernir el mal del bien”. Ese es el núcleo de la oración que Salomón dirige al Señor, según el texto bíblico que hoy se proclama en la celebración de la Eucaristía (1 Reyes 3,5.7-12). Al Señor le agradó que, en lugar de riquezas o larga vida,  Salomón hubiera pedido “discernimiento para escuchar y gobernar”.
Este relato tiene una gran actualidad en nuestros días. Nos recuerda que hoy es difícil establecer  una distinción entre el bien y el mal. Con demasiada frecuencia son calificadas como buenas moralmente algunas actitudes y decisiones que ponen en riesgo valores innegociables como la verdad y la vida, la honradez en los negocios y la justicia en el gobierno.
Pero este relato nos invita también a examinar nuestra personal escala de valores, nuestros deseos más íntimos y nuestras prioridades.

EL TESORO Y LA PERLA

En el evangelio que hoy se proclama (Mt 13, 44-52) se recuerdan dos breves parábolas de Jesús. Según la primera, el reino de los cielos, o Reino de Dios,  se parece a un tesoro escondido en el campo. El labrador que lo encuentra sin buscarlo vende todos sus bienes y compra aquel campo. Sabe que lo que adquiere vale más que aquello que deja.
La segunda parábola nos dice que el reino de los cielos, o Reino de Dios, se parece también a una perla de gran valor. El comerciante que la encuentra después de buscarla por todas partes, vende también sus bienes para hacerse con aquella perla. También él está dispuesto a dejar lo que tiene para conseguir algo que vale mucho más.
Las dos parábolas nos enseñan que la sabiduría no consiste en la mera erudición. No es verdaderamente  sabio el que conoce muchos datos, sino quien sabe tomar la decisión justa en el momento justo. Y para Jesús, la decisión justa es la de aceptar a Dios como Rey y Señor de la vida. Según Pablo VI, el Reino de Dios hace que todo lo demás se convierta en “lo demás”. 

LA RED Y LOS PECES

Pero el texto incluye una tercera imagen. El reino de los cielos se parece a la red que, echada en el mar por los pescadores, recoge toda clase de peces. También esta parábola  nos transmite un mensaje de sabiduría.
• El Reino de Dios tiene una dimensión universal. Sin distinción de clases y de actitudes personales, todos estamos llamados a aceptar a Dios como nuestro Señor y como guía de nuestras vidas.  
• El bien y el mal conviven ante nuestros ojos. En realidad, conviven también en nuestra propia vida y en el fondo de nuestra conciencia. Pero la convivencia no equivale a indiferencia. No podemos identificar el mal y el bien.
• Pero el juicio sobre el bien y el mal no es fácil. Nuestros criterios son superficiales y, a veces, muy interesados. La parábola dice que la verdadera y definitiva separación entre los malos y los buenos la harán los ángeles al final del tiempo.  

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