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Panes y peces Mt 14,13-21 (TOA18-14)

“Oíd, sedientos todos, acudid por agua también los que no tenéis dinero. Venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde”. Así invita Dios a su pueblo, según la profecía incluida en el libro de Isaías (Is 55,1-3) que se proclama en este domingo. 
 De sobra sabemos que en este mundo nadie da nada de balde. La comida es muy escasa en muchos países. La hambruna apenas disminuye, mientras avanza el desierto o las guerras acaban con los cultivos y los ganados.
Si Dios ofrece comida y bebida gratuitamente es que hemos entrado en el ámbito de lo extraordinario, de lo divino. El profeta pretende asegurar al pueblo de Israel, ya liberado del exilio, que la alianza que Dios ha hecho con él permanece firme.

LOS CESTOS DE LAS SOBRAS

En el evangelio de hoy se recuerda el episodio de “la multiplicación de los panes” (Mt 14, 13-21). Es un relato que nos lleva a anticipar el misterio de la Eucaristía, por el que Jesús se nos entrega como alimento para el camino.
  Jesús ha atravesado el mar de Galilea. Al desembarcar ve la multitud que le ha seguido por tierra y le dio lástima. Al atardecer, los discípulos quisieron despedir a las gentes para que fueran a las aldeas y se compraran algo de comer.
Aceptando los cinco panes y los dos peces que tienen los discípulos, Jesús los parte y los reparte para que los discípulos los distribuyan entre la gente. Los doce cestos llenos de las sobras evocan el don del maná con que Dios había alimentado a su pueblo en el desierto.

CORAZÓN Y VOLUNTAD

Hoy y siempre nos interpelan directamente las palabras que Jesús dirige a sus discípulos.
• “Dadles vosotros de comer”. Ese mandato no puede dejarnos indiferentes. Los bienes que nos sobran pueden saciar a los hambrientos de medio mundo. Ninguno de nosotros puede limitarse a volver la vista a otra parte. No podemos ignorar que son nuestros hermanos.
• “Dadles vosotros de comer”. Ese mandato implica a la Iglesia entera. De hecho mantiene su presencia cercana y generosa allí donde ninguna organización se atreve a llegar. Esa generosidad responde a su ser y su misión en el mundo. 
• “Dadles vosotros de comer”. Ese mandato afecta a todas las personas e instituciones de nuestro mundo, cristianas o no. Jesús no es un patrimonio exclusivo de los cristianos. Su mensaje es universal, precisamente por estar atento a las carencias concretas del hombre.

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