Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus

Vigilia pascual. Reflexión papa Francisco

El Señor no duerme, vela el guardián de su pueblo (cf. Sal 121,4), para sacarlo de la esclavitud y para abrirle el camino de la libertad.

El Señor vela y, con la fuerza de su amor, hace pasar al pueblo a través del Mar Rojo; y hace pasar a Jesús a través del abismo de la muerte y de los infiernos.

Esta fue una noche de vela para los discípulos y las discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente al sábado, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: «¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...». Pero he aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta.

«Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco» (Mc 16,5). Las mujeres fueron las primeras que vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar.

«Entraron en el sepulcro». En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos a reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor.

No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más.

«Entrar en el misterio» significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla (cf. 1 Re 19,12).

Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes...

Entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón.

Para entrar en el misterio se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este abajamiento, que es impotencia, vaciamiento  de las propias idolatrías... adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio.

Todo esto nos enseñan las mujeres discípulas de Jesús. Velaron aquella noche, junto a la Madre. Y ella, la Virgen Madre, les ayudó a no perder la fe y la esperanza. Así, no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor. Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida.

Entrada en Jerusalén, Mc 15,1-38

 “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”. Ese es el mensaje que Jesús ha confiado a los dos discípulos que ha enviado por delante de él a la aldea de Betfagé. Esas son las palabras que han de decir a quien les pregunte por qué están desatando al borrico y a dónde piensan llevárselo (Mc 11,1-10). 
El relato subraya el conocimiento divino de Jesús. Es un profeta. Sabe que sus discípulos van a encontrar un pollino apenas entren en la aldea. Y así es. Lo encuentran en la calle, atado a la puerta de una casa.
Además, el relato sugiere dos cualidades humanas de Jesús. Por una parte, su autoridad. Su mandato no encuentra resistencia. Y por otra parte, su capacidad de mantener relaciones de amistad. Todo nos hace pensar que Jesús conoce a los dueños del pollino.
De todas formas, esta introducción prepara la entrada de Jesús en la ciudad de Jerusalén. Una entrada que recuerda las de los reyes antiguos que regresaban victoriosos de un combate.  

LOS MANTOS Y EL FOLLAJE
La segunda parte del relato describe minuciosamente los gestos de los discípulos: traen el pollino hasta Jesús y lo cubren con sus propios mantos. El texto no ha dicho que los discípulos conozcan ya lo que pretende hacer su Maestro. Pero se puede percibir que están dispuestos a prestarle sus servicios.
Por otra parte, el texto anota sencillamente que Jesús se sentó sobre el pollino. Seguramente, aquella acción, fácilmente imaginable, ya dejaba entender que se trataba de un gesto significativo de la misión misma de Jesús.
Además, el texto nos sitúa intencionadamente en el “camino”. Había llegado la hora de que Jesús culminara su peregrinación. A lo largo de los caminos se había encontrado con los enfermos y los pobres, con los pecadores y los marginados de la sociedad. Ahora, los peregrinos que lo acompañaban, le rendían honores al extender por el suelo sus mantos y el follaje que cortaban en los campos.

LAS ACLAMACIONES
La tercera parte del relato, recoge los gritos de los que precedían y seguían a Jesús en el camino:
• “¡Hosanna!” Esa antigua aclamación al rey (2Sam 14,4), se encontraba ya en los salmos como una súplica de ayuda (Sal 118,25). En este caso era un grito de saludo y de alegría.
• “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. También estas palabras se atribuían al rey que volvía victorioso. En esta ocasión decían mucho más. Porque efectivamente Jesús había venido en el nombre de Dios.
• “Bendito el reino, que viene de nuestro padre David”. De pronto, la nostalgia del reinado de David afloraba en los labios de los pobres y desheredados.  En esta oportunidad, el grito manifestaba su anhelo de un mundo de paz y de justicia.
• “Hosanna en las alturas”. Con motivo de la entrada de Jesús en Jerusalén, había llegado la hora de dar gracias al Altísimo, cuyo nombre no se podía pronunciar.

Defensa del Área de Religión Católica y su profesorado

El pasado sábado nos reuníamos en Madrid un grupo de profesores de diversas comunidades autónomas para defender la asignatura de Religión Católica y su profesorado (para leer más, PINCHA AQUÍ)

Habitar el Silencio

Habitar el silencio es un desafío apasionante, una aventura arriesgada. Como toda aventura en tierra desconocida genera miedos, inseguridad y mil excusas para no llevarla a cabo. Sin embargo, cuando nos atrevemos a introducirnos en el silencio, se abre para nosotros un mundo maravilloso. Primeramente descubrimos que el silencio está habitado por mil diversas cosas que pueblan ese espacio interior de cada cual, del que surgen nuestros sentimientos, estados de ánimo, pensamientos, deseos, imágenes, recuerdos y tantas cosas más. Tanto que, al poco de entrar en el silencio, nos percatamos de que está lleno de ruidos. Y que, si queremos habitar el silencio, antes debemos hacer espacio, vaciarnos, desalojar aquello que nos impide aquietarnos, serenarnos, transparentarnos y comenzar a ver y oír, a distinguir y poner nombre, reconocer y amigarnos con todo lo que allí va apareciendo. Porque no todo lo que aparece en el silencio es agradable.



Autor Luis Casalá
Editorial PPC
176 páginas
ISBN 9788428830775
Precio: 12 euros (6 euros en ebook)

El grano de trigo Jn 12,20-33 (CUB5-18)

“Ya llegan días –oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva”. Así comienza el texto de Jeremías que hoy se lee en la misa (Jer 31,31-34). En los domingos anteriores la liturgia cuaresmal nos ha presentado las sucesivas alianzas de Dios con Noé, Abrahán, Moisés y el pueblo deportado a Babilonia. 
Hoy se proclama la alianza que Dios promete tanto al reino del Norte como al reino del sur, separados a la muerte de Salomón y llevados ambos al destierro. Dios escribirá su ley en el corazón de las gentes. Será su Dios y será reconocido como tal por ese pueblo. Todos lo conocerán, desde el pequeño hasta el mayor. 
Haciéndose eco de esta promesa, el famoso salmo “Miserere” no invita a suplicar: “Oh Dios, crea en mi un corazón puro” (Sal 50). En el corazón de la cuaresma, la carta a los Hebreos nos recuerda que Cristo aprendió sufriendo a obedecer (Heb 5, 7-9).

LA HORA
En el evangelio se evoca un momento importante, en vísperas de la pasión y muerte de Jesús. El Maestro ha entrado ya en Jerusalén, acompañado por los que lo aclaman como “el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel” (Jn 12,13).
Entre los que llegaban a Jerusalén había siempre algunos paganos “temerosos de Dios”. Hablaban griego, como tantos otros ciudadanos del imperio romano.  Algunos de ellos, llegados para la celebración de la Pascua, se acercaron a Felipe para decirle: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Felipe consultó con Andrés y ambos se lo dijeron a Jesús
Para el evangelio de Juan esos peregrinos representan a toda la humanidad que busca al Mesías. Cuando Jesús supo de aquel interés pareció entrar en éxtasis. Era como si hubiera llegado para él la señal de su hora: la hora de la glorificación.
Es en ese momento cuando pronunció la alegoría del grano de trigo. Es preciso que muera en el surco para producir fruto abundante (Jn 12,20-33). Jesús conoce y acepta el destino que le espera. Su muerte será fuente de vida para los que crean en el.

VER A JESÚS
La frase de los paganos que pidieron la ayuda de Felipe no debería quedar en el olvido. De hecho, refleja nuestro mejor anhelo:
• “Queremos ver a Jesús”. Esa aspiración es la de los cristianos más comprometidos con su fe. Con ella indican a veces su displicencia ante las cosas del mundo. O, mejor, su deseo de participar en la gloria definitiva del Hijo de Dios.
• “Queremos ver a Jesús”. Esa expresión se encuentra también en labios de los no creyentes. Ruegan a la Iglesia que les facilite el acceso a Aquél en quien ella dice creer. Le reprochan que no viva de verdad su fe y oculte a su Señor a los ojos del mundo.
• “Queremos ver a Jesús”. Debería ser ésta la confesión sincera y humilde de una comunidad que se sabe llamada al encuentro con su Señor y, sin embargo, se encuentra torpe y enredada en mil asuntos que dificultan su camino de fe.

Como el agua y el aceite (Melendi)




Letra: (muy buena para trabajar, en especial, su parte final que destaco)
Qué difícil es creer
Cuando sale el sol
Con cada mañana


Qué todo se apaga
Pero que bonito es
El saber que aún puedo comprender
A qué he venido
Porque sigo vivo
Aunque no sé que soy

Qué difícil es
Aceptar que tengo miedo a todo
Qué difícil es
Reconocerlo en su forma y modo
Qué difícil es
Intentar ser uno mismo
Cuando estás en el abismo
De saber que eres el todo
Y la nada

Si a la luna la llamamos luna
Y a la muerte muerte
Cómo puede ser
Que al mirarme en el espejo
No sepa quién es
Ese que me mira y no sabe que su pensamiento solo es
Una mezcla de barreras que ocultan su ser

Como el agua y el aceite

Y el tiempo se agota
Las horas son gotas
Que caen en un vaso
Que ha el paso que va
Siembran mi infinito
De escarcha y granito
En mi soledad

Qué difícil es
Aceptar que tengo miedo a todo
Qué difícil es
Reconocerlo en su forma y modo
Qué difícil es
Intentar ser uno mismo
Cuando estás en el abismo
De saber que eres el todo
Y la nada

Si a la luna la llamamos luna
Y a la muerte muerte
Cómo puede ser
Que al mirarme en el espejo
No sepa quién es
Ese que me mira y no sabe que su pensamiento solo es
Una mezcla de barreras que ocultan su ser

Como el agua y el aceite

Que el mundo está al reves
No pasa nada
Que sientes soledad
No pasa nada
Que tienes miedo a ser
No pasa nada
Que sufres sind porque
No pasa nada
Que no quieres mirar
No pasa nada
Que nunca pasará, ni pasa nada

En este Mundo de locos
Donde no somos pocos
Los que pensamos que no pertenecemos a él
Y que estamos aquí para recuperar alguna asignatura
Que se nos quedó pendiente
Metemos que es el amor esa cosa pendiente
Pues, según logo y sintiendo
Más aleja el pensamiento de la ley de la materia
Convirtiendo en algo etéreo mi vivir
Y olvidando al fin
Mi guerra personal por existir
Voy sintiendo que mis pasos
Nunca fueron mios del todo
Y quizás, tal vez el camino estuviera marcado
Y aunque torpe, siempre fui
Para ver, sin intereses
Impropios de un cantautor cuya casa es su canción
Y la vende sin dobleces
Que lindo maestro es la vida
Que te repite el examen hasta que por fin lo apruebes
Y sin no es en esta vida
Lo haremos en la siguiente
Ya ser un alumno más, eternamente
Ahora que sé donde el amor mora
En el presente, en el ahora

Educar en el orden

El orden afecta no solo en el plano material de las personas, sino que armoniza y equilibra los afectos, la voluntad y el carácter. Inculcarlo desde pequeños es una tarea fundamental de la labor de padres y educadores. Es además, en la mayoría de los casos, la principal batalla de padres y profesores en la convivencia con los niños y los adolescentes.

Este libro es la guía fundamental para conseguir que los niños sean ordenados en todos los aspectos de su vida. Lleno de consejos prácticos y de claves para cada etapa del crecimiento, profundiza en la importancia del orden no solo material, sino también en la formación de una personalidad fuerte y equilibrada.

Autor: Pablo Garrido Gil
Editorial Palabra
256 páginas
ISBN 978-84-9061-226-2
Precio: 12,40 euros

Será elevado para levantarnos Jn 12,20-33 (CUB5-18)


El juicio y la fe Jn 3,14-21 (CUB4-18)

“Se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo, a tal punto que ya no hubo remedio”. Resultan impresionantes estas palabras que se proclaman en la primera lectura de este domingo cuarto de Cuaresma (2 Cró 36,14-23).
La maldad y las infidelidades, tanto del pueblo como de sus dirigentes, llegaron a provocar la ira de Dios. La destrucción de Jerusalén y de su templo y el exilio de sus habitantes es la consecuencia de aquella depravación. Quienes no escucharon a los profetas serían reducidos a la esclavitud en Babilonia, hasta que Dios envió a Ciro como libertador.
El salmo responsorial canta la amargura de aquellos deportados, que a toda costa querían mantener la esperanza de volver a Jerusalén (Sal 136).
La segunda lectura nos recuerda que Dios es rico en misericordia y, a pesar de nuestros pecados, nos ama hasta el punto de hacernos vivir con Cristo (Ef 2,4-10). 

LA FE Y LA SALVACIÓN
El evangelio de hoy nos lleva a revivir aquella visita nocturna de Nicodemo (Jn 3,14-21). Jesús le anuncia que, al igual que la serpiente de bronce que Moisés alzó en medio del campamento de los hebreos, así será elevado él para dar la vida a los que crean en él.
 En aquella conversación sobresalen tres afirmaciones sobre Dios, que son también afirmaciones sobre Cristo y sobre el hombre:
• Dios ama a este mundo. Es decir ama al hombre que ha creado. Y lo ama hasta el punto de entregar a su Hijo. Lo entrega para que no perezca ninguno de los que creen en él. 
• Dios no pretende juzgar al hombre. Es el hombre quien determina su propio juicio en virtud de su fe o su increencia en el Hijo de Dios.
•  Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgarlo. El objeto del envío era y es que el mundo pueda salvarse por él. Eso es lo que Dios desea para toda la humanidad.  

LA LUZ Y LA VERDAD
 La larga conversación entre Jesús y Nicodemo resume los temas principales del evangelio de Juan. Entre ellos sobresalen los de la luz y la verdad.
• “El que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras”. Es esta una observación habitual en cualquier sociedad. En este contexto, es la luz del Evangelio la que revela lo que el hombre es en el fondo de su alma.
• “El que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.  Generalmente se piensa que la verdad es algo que se ignora o se conoce. En este caso, la verdad es algo que se “hace”. La luz de Cristo revela si somos de la verdad.