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El perdón y la fe Jn 20,19-31 (PAB2-18)

“Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”, Así comienza la primera lectura de este segundo domingo de Pascua (Hech 2,42 47).
¡Qué hermoso este “sumario” incluido en el libro de los Hechos de los Apóstoles! En él se resumen las actitudes y la vida de la primera comunidad que se reunía en Jerusalén.
Con estas breves pinceladas se traza también el ideal de aquel grupo de seguidores de Jesús o discípulos de Cristo. Así se entendía la nueva vida. Así es como había que vivir.  
En este domingo que Juan Pablo II quiso dedicar a la meditación de la misericordia de Dios, recordamos que  Dios Padre en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva (1Pe 1,3-9).
Como para agradecer ese don de Dios, el salmo 117 nos invita por tres veces a proclamar públicamente en la asamblea: “¡Eterna es su misericordia!”  

EL MENSAJE
En el evangelio se nos recuerda una manifestación de Jesús a sus discípulos (Jn 20,19-31). Están atemorizados y encerrados en una casa, por miedo a los judíos. De pronto, se les muestra Jesús resucitado. No viene a reprenderles su abandono. ¡Al contrario! Les dirige el saludo de la paz y les hace ministros del perdón.
• “Hemos visto al Señor”.  Ese es el anuncio nervioso que dirigen a Tomás, que estaba ausente en el momento de la manifestación de Jesús. Eso era lo más importante que les había ocurrido. Y  eso es precisamente lo que él tenía que saber.
• “Hemos visto al Señor”.  En realidad ese era el mensaje que deberían proclamar por todo el mundo cuando el Espíritu les concediera el don de la fortaleza. Si escuchar su palabra había sido una gracia divina, más decisivo aún era verlo resucitado.
• “Hemos visto al Señor”. Y ese es el anuncio que todos los seguidores del Maestro hemos de repetir en todos los tiempos y en todos los lugares. Ese es el resumen del Evangelio. Y esa es la experiencia que fundamenta nuestra fe y nuestra misión.

LA DICHA
Solemos decir que Tomás tuvo dificultades para creer que el Señor había resucitado. Tal vez su actitud refleja más bien su desconcierto al ver el entusiasmo de sus compañeros. Los que se resistían a seguir a Jesús hasta su muerte se apresuran ahora a cantar su resurrección.
• “Dichosos los que crean sin haber visto”. Isabel había proclamado dichosa a María por haber creído lo que le había comunicado Dios. Ahora Jesús proclama dichosos a todos los que crean en él. La fe en el Cristo es la clave de la vida cristiana.
 • “Dichosos los que crean sin haber visto”. Esa bienaventuranza afecta a todos los que a lo largo de los siglos han llegado a Jesús a través del testimonio de los apóstoles. Y dichosos ellos porque son un eslabón más en la transmisión de la palabra que salva.
• “Dichosos los que crean sin haber visto”.  Esa felicitación se dirige a todos los que hoy logramos escuchar la voz del Señor y aceptarla como luz para nuestro camino. Es una dicha  que se nos escapa del corazón. ¿Cómo no compartirla con todos nuestros vecinos?      

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